El palíndromo de Antígona, o el empoderamiento pacifista a través del arte.
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“Ten la opinión que te parezca, que yo lo enterraré. Hermoso me es morir haciéndolo” (Sófocles, 2009, p. 35). Livianas y desprendidas, las palabras de Antígona son el reflejo de su alma. Llora la muerte de su hermano Polinices, a quien su tío, el rey Creonte ha decidido dejar insepulto por traición. Pero con convicción, Antígona emprende sola la colosal tarea de enterrar a su hermano, a pesar de ser condenada a muerte por tal desobediencia. Antígona deja su condición de víctima en el momento en que cubre de un fino polvo de tierra el cuerpo de Polinices. Su fragilidad se ha hecho visible, su resistencia se tornó resiliencia, quedando intacta su capacidad de acción. Una maravillosa metáfora ilustra el desafío de Antígona: es el palíndromo “reconocer”, una palabra que se lee igual en ambos sentidos, como si un espejo la conjugara. Este es el palíndromo de Antígona.